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Tuesday, March 06, 2012

No se dispara en Jamburg

Mikaelo Bronŝtejn

No se dispara en Jamburg

Oni ne pafas en Jamburg

- Buenas tardes, Marina Lvovna. Desde hace rato te busco en todos lados. El rector pidió que fueras a su oficina. Si es posible ahora mismo.

El maestro estaba allí, al lado se sentó un señor desconocido que muy agradablemente sonreía. El rector parecía algo confundido, como si fuera ajeno.

- Oh, he aquí –ella es Majer! Marina Lvovna… he aquí –camarada… camarada Sedíĥ. El le gustaría hablar con usted… Pues, yo los dejos acá… nadie los molestará- le avisaré a la secretaria.

- Tenga a bien sentarse, Marina Lvovna, - le mostró el desconocido la otra silla. El parecía muy agradable y gentil, e incluso servicial. – Pareces algo cansada, ¿Hay algunos problemas?

- Gracias por su atención, -respondió ella, sentándose.- No tengo ningún problema que no se pueda resolver. Pues, posiblemente –exámenes. Y además, quiero saber, con quien estoy hablando…

- ¡Ah, le pido perdón! Debería hacer esto ahora. Entonces, perdone que me presente. Soy subcoronel de la seguridad de Estado, Sediĥ Konstantín Sergéjeviĉ. Podríamos, ciertamente invitarla, Marina Lvovna, a nuestra oficina. Sin embargo, yo decidí venir para que usted comprenda: nuestra conversación no es oficial. Es una simple conversación.

- No comprendo, qué tema puedo yo conversar con un subcoronel de la KGB, algo inquietada dijo Marina.

- Temas abundan, créame. Usted es en muchas maneras interesante, inteligente y estudiosa mujer. Yo con placer escucharé su opinión sobre muchos asuntos. He aquí, sé que usted le interesa sobre algo como esa lengua internacional Esperanto. Usted es lingüista, por consiguiente, es natural su interés. Cierta parte de la juventud estudia esperanto, e incluso se reúnen durante el verano en campamentos organizados en la foresta. Note, que ellos hacen eso fuera de nuestra organización juvenil nacional, Komsomolo[1]. ¿Por qué ellos se reúnen si ellos no son lingüistas? De hecho hace no mucho tiempo en nuestra región de Leningrado se reunieron. ¿usted estuvo allí?

- Si, yo estuve. Pero no se, los guías de Komsomolo simplemente se rehusaron ayudar en la organización.

- ¿Verdad? Bueno, nuestros guías juveniles no siempre aceptan decisiones prudentes… pero vea, en ese campamento fueron diversas personas. Muchos se comunican con otros países, pero no siempre son capaces de distinguir la verdad de la mentira; muchas cosas que se dicen en el occidente sobre nuestro país, son calumniosas mentiras. Yo creo, que sin intensión, algunos de nuestros jóvenes toman las propagandas imperialistas como verdad, incluso las difunden entre sus amigos. Ciertamente, usted ha escuchado algunos comentarios en el campamento, ¿verdad?.

- No, no escuché nada similar allá.

- Usted no es muy sincera conmigo. Comprenda, Marina Lvovna, nosotros procuramos en orden en nuestro país, pues también su bien. Todo honesto ciudadano debe ayudarnos. Nosotros seguramente no arrestamos, no encarcelamos a propagadores de esas calumnias imperialistas. Nosotros ahora hacemos un profiláctico trabajo: conversamos, aclaramos y advertimos…

- Si, Marina Lvovona, mucho nos ayudaría. Y, imagínese, - a toda libertad. Sin embargo, dejemos a los esperantistas… Hablemos, por ejemplo, sobre literatura. Últimamente en todo el mundo se interesan por nuestra literatura. Si –Esto lo demuestra al menos algunos rusos premiados por el Nobel. Usted, sin duda, conoce algunos – Pasternak[2], Ŝoloĥov[3] – ¡que gigantes! Ahora también recién premiado- Aleksandr Solĵenicin[4]. ¿Usted ha leído algo de él?

- Yo desde hace décadas abono a Novij Mir[5]. También Un día de Ivan Denisoviĉ [6]está allí. En la colección anual de 1956. Yo lo leí.

- He aquí. Es su constante y gustoso tema. El al parecer no conocer algo más que campos de concentración. Como si no existiera algo mejor, más placentero en nuestra historia… pero ¿nada más usted ha leído? Extraño. Yo pensé que su amigo le había dado algo a usted…

- No entiendo de qué amigo usted habla.

- Hablo de su amigo que ya se fue, su preparador. Ciertamente ustedes ya se hicieron amigos. He incluso el la ha visitado seguidamente en su casa.

- ¿Usted me ha espiado? ¿cuál es el motivo?

- Por a usted, Marina Lvovna, tranquilízate. Es a él. Debimos hacer eso por que se ha convertido en un peligro para el Estado y por su ayuda al malintencionado anticomunista de Solĵenicin.

En el agradable y acariciante calor de la oficina Marina comenzó a sentirse internamente decaída, como si un calorón viniera como marea. Esa onda de calor se le vino al rostro, le estremecieron los dedos. Ella colocó las manos en las rodillas y respondió secamente, pero casi tranquila.

-Gracias a sus preocupaciones nuestro país perdió excelente científico, insustituible profesor, quien, lógicamente, nada peligroso hizo. Pero jamás va a estar acá. ¿Qué más usted necesita?

Ninguna emoción, además de la desmedida amabilidad que suena el experto hablar de Sediĥ:

-Ya dije, nosotros sólo hacemos un trabajo profiláctico. Si, el ya se fue. Pero quedó sus estudiantes, sus amigos y parientes, quienes conciente o inconcientemente aprueban sus trabajos – personas como usted, por ejemplo. Desearía hablar con ellos. Sólo hablar –esto basta… me parece que usted aceptó con mucho dolor todo lo que he dicho de su amigo. ¿Por qué tan fuertemente le ofende? No tengo información, perdone, -quizás… ¿su relación fue algo más íntima de lo que supuse?...

En ella se elevó un sentimiento, que inmediatamente ella hará algo terrible, quizás ella le agarrará y tirará el teléfono cerca del que está parado. Sus lágrimas vinieron de algún lado y se quedaron muy próximo, listas para aparecer. Ella, sin embargo, lentamente se levantó, movió la silla y, sin decir nada, salió de la oficina. El camarada Cedí la acompañó con una mirada de atención y amabilidad.

Fuente:

Mikaelo Bronŝtejn, Oni ne pafas en Jamburg. Moscú, 1993, p. 46-50. Fragmento de un capítulo de dicha novela en Boris Kolker, Vojaĝo en Esperanto-lando. Rótterdam, UEA, 2002, pp. 115-116.



[1] Komsomolo; organización juvenil de la Unión Soviética.

[2] Boris Leonidoviĉ Saĥarov (1890-1960) poeta ruso, aŭtor de la famosa novela Doctor Ĵivago. Por esta, el recibió el premio nobel de la literatura, el gobierno soviético lo persiguió hasta su temprana muerte. El estuvo ligado a la Unión de Autores de USSR.

[3] Miĥail Aleksándroviĉ Ŝoloĥov (1905-1984), escritor ruso sobre temas de cosacos.

[4] Aleksándr Isájeviĉ Solĵenicin (1918), escritor ruso, su libro “Archipiélago Gulago” mostró los horrores de los campos de concentración de Stalin, en su obra aparece también pruebas de la persecución de su gobierno a esperantistas, por ese libro fue perseguido por el régimen.

[5] Revista Rusa.

[6] Anécdota de Denísoviĉ en los campos de concentración.